27 febrero, 2012

Sobre tener diecinueve.

Tenía diecinueve años y era arrogante. Creo que a  los diecinueve uno tiene derecho a ser arrogante; por lo general el tiempo no ha comenzado con sus furtivos y sucios escamoteos. Como dice una popular canción country, se lleva tu pelo y tu destreza, pero en realidad se lleva mucho más que eso. Podía imaginarme -escasamente- con cuarenta años, pero ¿con cincuenta? No. ¿Sesenta? ¡Jamás! Los sesenta entraban fuera de discusión. Y a los diecinueve, es tan solo la manera de ser. Diecinueve es la edad donde dices «Mírame, mundo, estoy fumando TNT y bebiendo dinamita, y si sabes lo que te conviene, será mejor que salgas de mi camino...
porque aquí viene Stevie».

Los diecinueve años es una edad
egoísta que encuentra tus preocupaciones sólidamente arraigadas. Las mías apuntaban muy alto, y me importaban. Tenía mucha ambición, y me importaba. Poseía una máquina de escribir que llevaba de un apartamento de mierda al siguiente, siempre con un paquete de cigarrillos en el bolsillo y una sonrisa en el rostro. Los compromisos de la edad madura estaban lejos y los insultos de la vejez más allá del horizonte.

Tenía diecinueve años. No había ni una sola hebra gris en mi barba. Estupidez, orgullo, ambición, música fuerte, y todas las cosas que conciernen a los diecinueve.

Pero todavía pienso que es una edad bastante buena. Quizá la mejor edad. Tal vez bailes rock and roll durante toda la noche, pero cuando la música acaba y la cerveza termina, puedes pensar. Y soñar grandes sueños. No es tan malo  tener un poco de arrogancia (o incluso mucha), aunque tu madre indudablemente te diría todo lo contrario. la mía lo hacía. «Al que escupe al cielo en la cara le cae, Stephen» decía ella...y luego descubrí -cuando mi edad rondaba los 19x2- que al final te cae encima de todos modos. o te escupen por otro lado. A los diecinueve años pueden pedirte el documento de identidad en los bares y decirte que te largues, pueden ponerte de patitas en la calle, pero, por Dios, no te pueden pedir la documentación cuando te sientas a pintar un cuadro, escribir un poema o contar una historia; si lees esto y eres muy joven, no permitas que los mayores te digan otra cosa. Sí, eres un jovencito al que le empezó a crecer la barba hace tres años, ¿y que pasa? Si no comienzas a  ser lo suficientemente grande para tener los pantalones largos ¿cómo podrás llenarlos cuando crezcas? Pisa el acelerador a pesar de todo lo que la gente te diga, esa es mi idea; siéntate y fúmate eso nene.


STEPHEN KING
La Torre Oscura I: El Pistolero

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