La madre, sorprendida: «Cinco años pegados, y resulta que era roña.»
Dos hermanos exsiameses, Rosendo y Tobías Mongozo Yáñez, de siete años cada uno, lograron ser separados el pasado miércoles sin necesidad de cirugía, en lo que se califica de pequeño milagro sucedido en el Hospital Virgen del Perpetuo Socorro de Cerdanyola. Ni bisturí, ni radial, ni transfusiones: bastó con mucha agua, un estropajo y grandes dosis de champú antipiojos.
La madre, doña Toña Yáñez,
divorciada, llevó a los niños a urgencias después de que uno de ellos
se tragase un juguete de huevo Kinder sin sacarlo del huevo ni sacar el
huevo del bote de vidrio donde los guardan. «Encontré que tenía mal
color y, como una es responsable, me dije: “Tate, al seguro, que pa eso
cotiza vuestro padre”, declara la mamá, que pasa la mayor parte de su
tiempo en
las tragaperras del bar de abajo, invirtiendo la pasta del paro. «Lo bueno de tener siameses es que cuidan el uno del otro», declaró.
las tragaperras del bar de abajo, invirtiendo la pasta del paro. «Lo bueno de tener siameses es que cuidan el uno del otro», declaró.
Cuál no fue la sorpresa del hospital cuando, al atender a
los siameses, empezaron por darles un buen baño y acabaron cada uno en
una punta del barreño. Resulta que no compartían órganos ni miembros,
sino que una capa de suciedad endurecida y desatendida por su muy
liberal madre los había mantenido unidos durante cinco de sus siete años
de vida.
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